viernes, 9 de septiembre de 2016

Participará en la FIL Escritor peruano presenta obra inspirada en su niñez en La Paz


JUAN MANUEL ROBLES, INVITADO INTERNACIONAL EN LA FIL.

El escritor y cronista peruano Juan Manuel Robles presentará su primera novela titulada “Nuevos juguetes de la guerra fría”, en la XXI Feria Internacional del Libro de La Paz (FIL). La obra, en la que comparte su proximidad con Bolivia, fue publicada en España, por la editorial Seix Barral. El escritor y cronista peruano Juan Manuel Robles presentará su primera novela titulada “Nuevos juguetes de la guerra fría”, en la XXI Feria Internacional del Libro de La Paz (FIL). La obra, en la que comparte su proximidad con Bolivia, fue publicada en España, por la editorial Seix Barral.

En Perú, la crítica calificó su obra como una de las novelas más ambiciosas de los últimos años y las librerías Nollegiu, Tipos Infames y Nakama/Lib de España, la han incluido en sus recomendaciones de lectura.

Como cronista, Robles, uno de los invitados de honor de la FIL paceña, fue nominado al Premio Fundación Gabriel García Márquez en el 2008 y aunque muchos le reclamen que permanezca más activo en el género, él optó por lanzarse de lleno a la ficción.

La novela “Nuevos juguetes de la guerra fría” nació de una experiencia personal de Robles. Sin embargo, el autor aclara que esto no quiere decir “que sea un libro de no ficción disfrazado”.

Cuando Robles tenía seis años su familia emigró a Bolivia, ya que su padre trabajaba como corresponsal de prensa Latina, en la agencia oficial de noticias de Cuba. En La Paz, estudió en la Escuela que la Embajada de Cuba tenía para los hijos de los diplomáticos, en la propia sede diplomática, en el barrio La Florida, ubicado en la zona Sur. “Entonces me volví un pionero: pantalón rojo, camisa blanca, pañoleta. Un pionero cubano extraviado en el altiplano de Bolivia”, recuerdó en entrevista con la Cámara del Libro.

La escuela se llamaba “El guerrillero heroico” y durante años siguió el programa de educación oficial de Cuba y aprendió sus emblemas revolucionarios. Era el último tramo de la guerra fría y la utopía era conquistar nuevos territorios.

Después de unos años la famosa escuela cerró con la crisis, poco antes de la caída del Muro de Berlín. “Años después, cuando volví a Perú, me di cuenta de que cuando contaba sobre mi niñez de pionero comunista mucha gente quedaba encantada, así que me pareció que el tema daba para una novela”, explica.

¿POR QUÉ DECIDE EMPRENDER EL CAMINO HACIA LA FICCIÓN DESPUÉS DE HABER EMPEZADO SU CARRERA CON ÉXITO EN LA NO FICCIÓN?

En mi caso, son inquietudes estacionales. Lo que uno aprende escribiendo es a crear una ilusión de verdad. Lo interesante es que eso ocurre tanto si haces ficción como si haces no ficción. En la crónica, como en la ficción, aprendes a instalar atmósferas, a acelerar o a desacelerar el tiempo, a describir lo que tus ojos ven. Lo que me gusta de la no ficción es que, al descubrir una parte del mundo, se puede trabajar con una verdad que tiene un grado de credibilidad altísimo. Eso permite volver al momento del arte en el cual la palabra valía mucho, ser un viajero que retorna y cuenta las cosas que vivió, que te revela el mundo por primera vez (por eso el prestigio de un periodista se cimenta en su rigurosidad y en la garantía de que no miente).

La ficción, y específicamente el género de la novela, permite ver la evolución de una mente, cómo esta procesa la vida. Y allí el poder no recae en lo verdadero —lo que asombra de la historia—, sino en lo poéticamente contundente, digamos. En la verdad filosófica revelada. Pero ambas formas usan el arte de la ilusión sensorial.

¿EN QUÉ PROYECTOS TRABAJA EN ESTE ÚLTIMO AÑO?

Hace unos meses escribí una crónica para un libro que prepara la cronista argentina Leila Guerriero. Es la historia de un grupo de científicos y sus esfuerzos, creativos y alucinantes, contra un mal endémico en países como Perú y Bolivia, la tuberculosis. También estuve escribiendo algunos cuentos, con ciertas ideas sobre la memoria y el olvido, que me quedaron dando vueltas después de la novela.

¿QUÉ LE INTERESA CONTAR A JUAN MANUEL ROBLES EN ESTE MOMENTO DE SU CARRERA DESPUÉS DE LA BUENA ACOGIDA DE “NUEVOS JUGUETES DE LA GUERRA FRÍA”?

Pues esa pregunta va contestándose sola, aunque aún no creo que tenga una respuesta definitiva. Mi primera novela fue sobre cómo la memoria personal determina la identidad, y cómo su maleabilidad —la implantación de falsos recuerdos— es parte de un proceso más o menos común en nuestra construcción vital. Lo que estoy tramando ahora tiene que ver con el espacio, la obsesión de alguien con el espacio y los mapeos.

¿CONOCE CUÁL FUE LA REACCIÓN DE SUS LECTORES, ANTE EL HUMOR E IRREVERENCIA QUE TIENE AL MOMENTO DE DESCRIBIR O COMENTAR A LOS ÍCONOS REVOLUCIONARIOS DE LATINOAMÉRICA A TRAVÉS DE SUS RECUERDOS, O BUENO, LOS DE IVÁN MORANTE? EL CAPÍTULO EN EL CUAL HEMAN ES DESCUARTIZADO COMO SI FUESE TÚPAC AMARU, POR EJEMPLO.

Ha sido muy interesante. Porque todos se dan cuenta de algo que yo también vi al escribir el libro: que las figuras de acción gringas y los héroes de nuestros estados nacionales nos fueron insertados en la infancia y en la memoria de una manera más o menos totalitaria. No nos pidieron permiso, esos relatos están en nuestra memoria sentimental. Y claro, lo gráfico de un príncipe con esteroides que gracias a una espada se vuelve un guerrero semidesnudo es equiparable a lo gráfico del relato en el que un guerrero es capturado y unos caballos le quitan todos los miembros. Eso está en nuestra identidad, juguetonamente, como lo está el sabor de la Coca-Cola y el de la Papaya-Salvietti, fijados por asociación con anécdotas emocionalmente relevantes.

SALDAÑA, CUBA Y EL GRANMA. ¿CÓMO SURGE LA IDEA DE CREAR A UN PERSONAJE TAN OSCURO Y OBSESIVO CON EL PASADO DE OTRA PERSONA EN EL AFÁN DE REESCRIBIR LA HISTORIA?

Saldaña tiene una teoría conspirativa acerca de los restos óseos del Che Guevara y su paso, secreto, por la embajada de Cuba en La Paz con destino final en La Habana, justamente durante el mismo tiempo en el que Morante era pionero.

No sé, creo que es un tópico de las novelas de espías y su interacción con Iván Morante me pareció exquisita. Es el típico hombre que usa la abundancia de información para encontrar nuevas narrativas, a tal punto que realmente cree que puede saber más de la vida de alguien que esa misma persona conoce. En un momento del libro, el narrador dice: “Así pasa a veces: la historia expropia lo que creíste tu vida íntima”. Esa arrogancia histórica es la que tiene Saldaña.

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