martes, 11 de octubre de 2016

La desconocida novela de Luis Landa Lyon



A finales de la década de los años treinta el posteriormente famoso escritor cochabambino Jesús Lara (1898-1980) publicó Repete: Diario de un hombre que fue a la Guerra del Chaco (Imprenta de la Universidad, Cochabamba, 1937). Los acontecimientos relatados por Lara son fragmentos que desnudan episodios cotidianos del conflicto bélico con el Paraguay (1932-1935). Según el autor, Repete es “sinónimo de indio, de hombre de trinchera”. Para comprender el sentido de esta extraña palabra, Lara rememora una anécdota ocurrida en el infierno verde: “Algún Ministro o algún Jefe visitaba la línea de fuego (…). Ocurriósele preguntar a un combatiente acerca de la calidad del rancho” (ración alimenticia). A lo cual el soldado respondió: “-Nu is boino, mi tiñinti...”. El militar volvió a preguntar al soldado: -“¿Por qué?, ¿Qué le falta? / -Nara… / -¿Tiene carne el rancho? / -Sí, mi tiñinti / -¿Sal? / -Sí… / -¿Y chuño? / -Sí… / -Entonces, ¿Por qué dices que no es bueno el rancho? / A lo cual el soldado responde: -¡Nu repete, mi tiñinti!...”. El soldado quedaba insatisfecho con la ración de alimento que le tocaba. Quería “repetir”, comer más de lo que se le daba. La Guerra del Chaco no sólo fue heroísmo en los campos de batalla sino también avivó entre los “hermanos” combatientes sentimientos discriminatorios y racistas hacía sus camaradas indígenas.

Tres años después de la aparición del libro Repete de Jesús Lara, el médico Luis Landa Lyon publicó la novela Mariano Choque Huanca que lleva como subtítulo El Repete (Imprenta y Encuadernación del Instituto Nacional de Readaptación y Reeducación de Inválidos, 1940). Los datos biográficos que nos proporciona Víctor Vargas Olmos en su diccionario de Personalidades en La Paz: Un homenaje al IV Centenario de la Fundación de La Paz (1948), nos indica que Luis Landa nació en la ciudad de La Paz el 14 de noviembre de 1896 y falleció en la misma ciudad en 1979. Realizó sus estudios universitarios en las facultades de Medicina de Santiago de Chile, Alemania, Francia y Australia. Ocupó el cargo de Cónsul de Bolivia en Santiago. Fue docente universitario de Medicina Legal. Promovió el Instituto de Criminología. Iniciada la contienda bélica con el Paraguay, Luis Landa Lyon acudió al Chaco como Miembro de la Junta Superior de Sanidad Militar. De estos escarmientos existenciales trazó su novela El Repete.

El relato está ambientado en la comunidad de Pucarani (Departamento de La Paz, Primera Sección de la provincia Los Andes). La estampa geográfica y humana que describe Landa sobre la comarca nos detalla algunos aspectos fidedignos de la época: “Pucarani es una pequeña población situada en la soledosa llanura del altiplano y la mayoría de su población la constituye la indiada”. La vida cotidiana en Pucarani marcha por un apego al comercio y la preeminencia de la Iglesia Católica. Los habitantes de esta región en su mayoría fueron analfabetos, indica Landa. El filtro de información de los acontecimientos sociopolíticos era a través del mensajero de Dios: “El sacerdote mientras tanto acaba de comunicar a sus feligreses que la guerra se ha desencadenado sobre el pueblo boliviano (…). Los mayordomos ya lo sabían. Sus propios patrones les habían transmitido la noticia, pues habían venido huyendo de los llamamientos militares a esconderse en sus propiedades. Habían llegado disfrazados de indios para no ser descubiertos por los del lugar y para que no denunciaran ante las autoridades militares”. Los lugareños al recibir la noticia del conflicto bélico se preguntaron “¿Qué era una guerra?, ¿Contra quién era la guerra?”. La única respuesta que recibieron fue de labios del sacerdote que atribuía el conflicto del Chaco a una maldición de Dios: “Era un castigo de tantas culpas (…). Los indios escuchaban por primera vez esas palabras. Estaban atónitos, confusos y sugestionados por las palabras del sacerdote”. Así comenzó a sentir el inicio de la guerra el pueblo de Pucarani. Una vez que se dispuso la orden de movilización, “los hombres recibieron la noticia sin una palabra de rebelión, sin un gesto de arrebato, sufrieron con sus mujeres y sus hijos todas las angustias de la impotencia”. Luis Landa resume el sentir existencial de Pucarani con la terrible filosofía atribuida a los aymaras: “Así debe ser”.

El convoy de soldados del altiplano una vez llegados al Chaco empezó a sentir las inclemencias del calor sofocante, la sed, los insectos y la pesadumbre por conocer al enemigo. El personaje Mariano Choque Huanca representa los derroteros de los soldados aymaras. A través de los ojos de Choque se puede percibir por ejemplo los alrededores del Hospital Militar donde resalta un cuadro desesperante: heridos, muertos, enfermos, mutilados, gritos, llantos. Estando en Platanillos reciben una breve instrucción militar: “Mañana y tarde ejercicios, aprendiendo el manejo del fusil. A los más capacitados se les enseñaba la técnica de la ametralladora”. Esto muestra una improvisación del sector castrense o simplemente los soldados aymaras eran vistos como carne de cañón.

El soldado Mariano Choque Huanca no sabía leer, escribir y hablar castellano. Pero veía atentamente lo que ocurría “en los puestos de aprovisionamiento y transporte [donde] holgazaneaban una cantidad de hombres a quienes bien se los necesitaba en las filas, pero estos sabían leer y escribir y sobre todo eran una clase privilegiada”.

Esta desigualdad social, cultural y racial atormentó la vida de Mariano Choque. Días y días de reflexionar y vivir las acentuadas diferencias entre sus “camaradas” se propuso aprender castellano, escribir y leer. “Al mes pudo expresarse regularmente en español. Su teniente al ver el progreso lingüístico de Mariano lo destino al aprendizaje del manejo de ametralladora”. El soldado Mariano Choque sentía progresar, pero su camarada –el más antiguo de los soldados aymaras– le reprochó sentenciando: “El soldado de esta guerra es el indio (…). ¿No me ves a mí? Ya estoy bien de esta herida. Mañana en cuanto esté poco mejor me harán volver a la guerra hasta que me agujereen otra vez el pellejo para que los mismos cirujanos sino muero me manden rápido otra vez. Aquí no nos queda otra cosa que entregarnos al enemigo para salir por lo menos con vida. Más vale ser prisionero que cadáver”.

Los días en el infierno verde se hacían cada vez más trágicos. Los ojos de Mariano Choque Huanca fueron testigos mudos de las penumbras de los soldados heridos y muertos. Después de cada ataque se separaba a los “evacuados” que eran sinónimo de enfermos, inútiles e inválidos. La guerra devolvía a estos espectros de hombres a sus comunidades de origen. El Repete dentro de las arenas del Chaco vivía su propio infierno. Por un lado, su lucha contra el constante acecho de la muerte, por otro lado, entender una segregación sistemática de sus “hermanos”. El protagonista Mariano Choque –al igual que muchos de sus camaradas aymaras– es abatido por las ráfagas de metralleta. Nunca más volvió a ver a sus familiares. Esa fue la vida de muchos repetes en las arenas del Chaco.

Hasta el día de hoy ser indígena constituye discriminación dentro de la sociedad boliviana. Los estereotipos raciales, lingüísticos y culturales son todavía estigmas de inferioridad y diferenciación. La novela de Luis Landa Lyon es un testimonio relegado de la otra cara de la Guerra del Chaco. Los protagonistas retratados por Landa son los aymaras que sufrieron un choque cultural que suscitó su desazón por dejar de ser indígenas y pertenecer a los otros. Estos datos nos indican que la cultura “milenaria” no tuvo una importancia histórica de parte de los propios aymaras. Sino la guerra significó una constante lucha por acoplarse imitativamente al sector “mestizo” y “blanco”. Por otro lado, los testimonios subjetivos del indígena fueron escritas por el sector intelectual no indígena. La paradoja que entra en debate: ¿Qué testimonios escritos nos delegaron realmente los indígenas?

ZÁRATE EN BREVE

Freddy Zárate (La Paz, Bolivia, 1980). Es licenciado en Derecho por la Universidad Mayor de San Andrés. Actualmente es funcionario administrativo en la Carrera de Derecho de la UMSA. Columnista de los periódicos; Los Tiempos de Cochabamba, El Día de Santa Cruz, El Potosí de Potosí, Correo del Sur de Sucre, Página Siete y La Razón de La Paz. Tiene publicados varios ensayos relacionados con la historia de las ideas en Bolivia.

Entre ellos se puede mencionar La gloria efímera del escritor Daniel Pérez Velasco; El ocaso del viejo soldado (Tristán Marof); Las representaciones mitológicas del Diablo; Alcoholatum... y otros escritos marginales: ¿amarillismo turístico? (crítica a la obra de Víctor Hugo Viscarra); La retórica de la profundidad como quimera seductora (crítica a Jaime Saenz), La vertiente literaria marginal a través de Claudio Cortez, La visión chueca sobre Alcides Arguedas: De intelectual respetado a enemigo de la patria.


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