martes, 20 de junio de 2017

La Feria del Libro de Santa Cruz, cada vez mayor, reúne en cientos de actividades al público



La destacada presencia de Alemania, como país invitado, ha marcado la 18ª Feria Internacional del Libro (FIL) de Santa Cruz, que este año acogió a cerca de 50 escritores extranjeros y organizó cientos de eventos culturales, desde la presentación de libros, coloquios, encuentros literarios y festivales de poesía, hasta funciones de teatro y cine. Así, esta feria se ha convertido en la más grande del país. Solamente Alemania tenía una programación de más de cuarenta eventos. Mención aparte, como todos los años, merece el Pabellón infantil, único en Bolivia, pues ni la FIL de La Paz ni la de Cochabamba poseen uno tan grande y atrayente.

Los alemanes trajeron al responsable de la Feria del Libro de Frankfurt para prever la presencia de Bolivia en la feria más grande e importante del mundo. También trajeron danza, cine, escritores, expertos en literatura infantil y libros digitales y traductores. En las salas de conferencias y presentaciones de libros era notorio el esmero de los invitados en sus exposiciones… algo digno de verse y apreciar.

Las estrellas de la FIL cruceña fueron la narradora Almudena Grandes, de España; la periodista Dorrit Hartazim, de Brasil; el escritor Gisbert Haefs, de Alemania y el ilustrador Roger Mello, de Brasil, Premio Hans Christian Andersen de Literatura infantil.

En el Encuentro Internacional de Narrativa: Escritores al descubierto, Secretos y delitos literarios, participaron Fernanda Trías, de Uruguay; Carlos Arámbulo, de Perú; Piedad Bonett, de Colombia; Andrea Jeftanovih, de Chile, y por Bolivia, entre otros, Magela Baudoin, Edmundo Paz Soldán, Wilmer Urrelo, Giovanna Rivero y Natalia Chávez.

El primer encuentro de microficción boliviana reunió a Teresa Constanza Rodríguez, Felipe Parejas, Sisinia Anze, Gonzalo Llanos y Homero Carvalho, para compartir microcuentos y dialogar acerca de un subgénero que está ganando incondicionales en todo el país.

En el Festival Internacional de Poesía Ciudad de los Anillos, en su cuarta versión, entre los poetas que nos visitaron, además de los nacionales, estuvieron, entre otros, Felipe García Quintero, de Colombia; Enrique Solinas, de Argentina; Mario Bojórquez, de México; José María Muñoz Quirós, de España; Luis García Montero, de España y María Palitachi, de República Dominicana, que presentó la antología de poesía Voces de Latinoamérica, en la cual estamos varios bolivianos.

Una mesa redonda acerca de La novela policial y la novela histórica en el marco de la literatura contemporánea, reunió a Gonzalo Lema, de Bolivia y Gisbert Haefs, de Alemania. Por último, cabe destacar la mesa Libros infantiles ¿Para qué?, coordinada por Matze Dobele, de Alemania.

Se presentaron más de 100 libros, cerca de diez por noche. De la editorial 3600 se destacan la antología del Festival de Poesía, titulada Encrucijada; los libros premiados del concurso de Noveles escritores, cuya ganadora fue Melissa Sauma, y del Franz Tamayo, de cuento, ganado por Claudia Peña. De la editorial Kipus se destaca la novela La división Errante y el libro de cuentos La madre del Layme, de Adolfo Cáceres Romero, además del libro de Willy Muñoz dedicado a la obra de Gaby Vallejo. La Hoguera presentó la novela Diálogos del silencio, de la poeta Claudia Vaca. El País trajo el libro testimonial de Eduardo Machicado, La guerrilla del Che, ayer y hoy, un homenaje a los hermanos Vásquez Viaña, militantes del ELN. Y Plural se lució con el libro Dos disparos al amanecer, de Robert Brockmann, acerca de Germán Busch. Hay que valorar dos nuevas editoriales Mantis y Dum Dum, que nos entregarán obras de escritoras extranjeras.

En los pasillos de los pabellones, mirando títulos y preguntando precios, los escritores tuvimos la oportunidad de firmar autógrafos, felicitar a nuestros colegas, encontrarnos con otros autores, con amigos y con los lectores; tomarnos fotografías para subirlas a las redes sociales y especulamos sobre obras que aún no hemos leído. Por supuesto que no faltaron los engreídos pavoneándose entre los stands, de esos que se creen mejores que cualquiera. Era imperdible verlos caminar por una alfombra roja que solo estaba en sus afiebradas mentes.

En la presentación del libro Labrado en la memoria, del periodista Harold Olmos, se pudo apreciar a buena parte de la oposición política cruceña de diferentes organizaciones ya desaparecidas, que antes eran enemigos tan irreconciliables que ni se saludaban.

Anecdotario. En el stand de la Vicepresidencia se encontraban, conversando de marxismo, mi hija Carmen Lucía y su amiga Antonia, y escuchándolas una funcionaria les obsequió El manifiesto comunista. Se fueron “felices y comunistas”. Varios intelectuales cruceños, entre ellos la historiadora Paula Peña, expresaron su molestia porque eliminaron de las salas de conferencias los nombres de Gabriel René Moreno y Enrique Finot, grandes intelectuales cruceños, para reemplazarlos por los de dos jóvenes poetas fallecidos hace unos años.

En Santa Cruz vive un individuo que desde hace años se ha ganado el sobrenombre de “el metiche oficial” porque siempre presiona y molesta para estar de moderador en cualquier encuentro, mesa redonda, seminario o taller, sea de literatura o de otra especialidad. En los festivales de poesía hace incluir a poetas que sabe que no podrán asistir, para aparecerse el día marcado y leer por “encargo del poeta”. Este año, los alemanes nos dieron un almuerzo a los escritores, y lo vi llegar a la 12.30 en punto, como si fuera uno más de los invitados. Sin embargo, ninguno de los anfitriones lo invitó a quedarse y tuvo que salir por donde entró. Un bibliotecario que estaba a mi lado me comentó que el ambiente se sentía más liviano luego de la huida del “pesado”. Creo que nos hemos acostumbrado tanto a verlo en todas partes, que la feria no sería la misma sin él.

La FIL Santa Cruz, al igual que la de La Paz y Cochabamba, ya son fenómenos culturales en las que el público no solamente puede adquirir un libro —de hecho muchos de los visitantes lo hacen por única vez en el año— sino también participar de cientos de actividades culturales. Muchos editores, libreros y escritores independientes coinciden en afirmar que los diez días de feria venden más libros que en varios meses. Por eso mismo, las ferias del libro se convierten en encuentros imprescindibles para ampliar el mercado, promover la lectura y difundir las obras de escritores nacionales y extranjeros, lo que tanta falta nos hace.

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